Cuando era chico y me portaba mal, mi vieja me señalaba la ventanita de un edificio que se veía desde el patio de mi casa. Me decía que desde ahí me estaba vigilando el Increíble Hulk y que si seguía haciendo bardo iba a venir a llevarme. Inmediatamente cesaba en mi manía de prender fuego las cosas o de escribir las paredes, tal era el miedo que le tenía. Ese miedo no impedía que mirara en la tele cada nuevo capítulo de la serie de Bill Bixby y Lou Ferrigno, pero el recurso de la ventana seguía dando resultado: el tipo estaba ahí, y si me portaba mal iba a bajar a buscarme, como si no tuviese nada mejor que hacer.
Ahora, en cada visita a la casa de mis viejos me paro en el patio y, ya sin miedo, miro esa misma ventanita deseando que del otro lado todavía esté el pobre Hulk, para subir y palmearle la espalda sin decir mucho más que "no sabés cómo te entiendo, che..."
(El dibujo es otro Speed Painting de 20 minutos para el blog VCMM. Dése una vuelta, no cobramos entrada)